Por la ventana...

Te vi pasar x la ventana…cuando salí a la puerta te habías desvanecido. Hacia dónde ibas? Será acaso que me esperás en nuestro banco? Corro hacia la esquina pero no logro hallarte.
Te has ido una vez más, como aquella vez, hace ya 10 años cuando me despediste en aquella esquina.
No sabía que seguías acá, en este pueblo marcado por la desolación y la nostalgia. No supe más de vos sino por la carta de  uno nuestros cofrades hace unos meses atrás diciendo que habías regresado y darías un concierto.
En algún punto sé que no miraste porque sí a la librería, sabías que estaría aun ahí…a dónde más iría?
Traté de olvidarte, de repetirme una y mil veces que estabas perdido, o confundido con una vida que creés única, me creí la idea de que un día tu talento te traería una vez más a la cordura. Pero seguís cayendo en el abismo de la idiotez, obnubilado x los brillos especulares.
Nada es más real que aquel verano, nuestros planes, mis letras y tu música.
Espero el atardecer en el umbral de casa, sentada en las escaleras, mirando en el horizonte de la vereda por si te has arrepentido y querés volver.  
Muere el sol y con él el último hálito de algo que pudo ser aquello que siempre esperé.

Un sueño de invierno...

La mirada hacia la nada,
las lágrimas secas,
la angustia en la garganta,
el grito en mis labios apretados.

Mis manos sumidas al estrujar mi alma
para que no se salga, para que ya no duela.
La ira que pulsa desde adentro
y la melancolía que se adueña de mi cuerpo.

A través de la ventana caen hojas
se pierden con el viento por las calles.
Yo busco desandar mis pasos
y la pereza me atrapa en el puro invierno.

Ya todo me parece no importar
y los días se hacen años,
y mis canas salen de a veinte, 
los sueños todos rotos...

A lo lejos mis dos hijas
allá en la casa aquella,
sus risas están perdidas,
la vida, la alegría.

Ya no serán y las extraño,
nunca fueron, tampoco yo.
Ni el arte, ni la madre,
ni la entrega, menos el amor.

La estasis ha regresado,
se ha quedado como dueña.
La dejo, no resisto,
muero, y todo aquello también.

Éramos tres, ahora ni yo, 
esto que ha quedado no es mío.
se disfrutan como buitres mi espíritu
ya no siento, caigo.

Lejos la casa blanca,
Ni siquiera la hallo,
Todo aquí es desorden, color,
Perdición, extrañeza.

¿Cuánto ha pasado?
Desconozco lo mío propio,
Me van tomando prisionera,
Me llevan, no me resisto.

Despierto de pronto,
De sueño todo se volvió pesadilla.
Y yo soy esto, nada más.
Grito, lloro, pero no hay nadie más...



El balcón y la lluvia

Abro la ventana que da al balcón y me asomo, comienza la noche de a poco. Ese olor mágico e indescriptible de la lluvia entra de pronto a la cocina y revolotea en la cortina.
Todo el ambiente se llena de esa rara sensación de renovación, frescura, como si algo muriera de pronto para dar nacimiento a algo nuevo.
El alba de mañana tendrá otro color, el verde de mis plantas estará más vivo que nunca.
Yo misma soy diferente después de una intensa lluvia, como si se llevara aquello que duele, que preocupa...
Lo respiro otra vez, quiero sentirlo.

Mañana de Marzo...

El café con leche quema el alma, 
el desayuno es monótono y sombrío,
mi mirada se ha perdido, desvanecida
en el fresco de la mañana.

De fondo los ruidos apenas perceptibles
del barrio hacen un eco en la cocina,
la ventana sin sol desluce las plantas
tristes testigos de mi vida rutinaria.


El peligro no es algo que me preocupa,
duele más la incertidumbre, 
el peso de una traición que antes fuera 
sólo un fantasma de un pasado más que lejano.

Y ahora los días no tienen sentido,
la casa vacía de eso que antes la llenaba.
El otoño se avecina, los fríos, la soledad
y con él la quietud eterna del artista.